domingo, 15 de marzo de 2015

No sabría expresar todo lo que siento,
ni cómo agradecerte tus más sinceros abrazos
en aquellas noches de verano.
Hasta las estrellas habían desaparecido tras el oleaje de tus besos.
La luna era la única que nos hacía compañía.
Tú, como no, siempre a mi lado incluso cuando parecía que nos estábamos ahogando en un
pequeño charco.
Nunca he podido decir que no tengo nada. Pues el mero hecho de tenerte a ti,
ya era tenerlo todo.
Y es que te necesito,
como el pez necesita al agua y el cielo necesita a las estrellas.
Quiero que sigamos caminando por la playa
como si no hubiera un mañana,
pensando que tal vez, en unas horas se acaba el mundo.
Pero más doloroso sería perderte a ti,
Puesto que eres quien me hace feliz.

Gracias por alegrar mis días, mis noches, mi vida.

jueves, 25 de diciembre de 2014

Yo soy el hielo y tú el fuego

Yo soy el hielo,
 tú eres el fuego.
Yo me derrito con tu presencia, 

tú te quemas con mi ausencia.
Sabes que me necesitas porque en el fondo somos iguales.
Porque aunque yo hiele, también quemo; 

pues recuerda que el hielo quema al igual que el fuego.

Elena Alonso

Etapas de la vida

Hay que saber vivir cada etapa de la vida. Hay que saber que tras la niñez viene la juventud que solo dura hasta la venida de la madurez. No pretendamos, señores, echar a perder nuestra infancia queriendo hacernos mayores antes de hora.
Todos estamos de acuerdo en que una persona tanto en su madurez como en su vejez tiene que guardar en algún lugar de su cuerpo ese aire de jovialidad; pero ojo, sin pasarse.

Elena Alonso.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Infinito

¿Has pensado alguna vez en el infinito, en qué hay más allá del horizonte?
Yo sí. Bueno, o al menos lo he intentado.
Es un concepto que la mente del ser humano nunca va a llegar a alcanzar. O quizás sí. Quién sabe. Pero estamos acostumbrados a que las cosas tengan su principio y fin y el no tener certeza de conceptos tan inmensos nos desconcierta.
Al igual que me desconcierta tu mirada. Esos intensos ojos verdes. Sin duda, son especiales.
En ellos puedo ver el horizonte y también toda tu vida, tus miedos y esperanzas.
Esos ojos verdes que en cuanto mientes parpadeas y al verme se dilatan tus pupilas.
Y es ahí, en tus pupilas negras donde puedo ver el reflejo de los míos. No son verdes. Más bien marrones. El color que la mayoría de personas tienen. Así sin más.
Pero ahora los veo distintos. Especiales. Ese reflejo es tan bonito que cualquiera se enamoraría de esa mirada oscura. Y no soy yo, eres tú quien los hace especiales.
Mejor dicho, haces que me sienta especial.
Tal vez, infinito es todo lo que siento por ti. O tal vez no.
¿De verdad algún día podremos saber hasta dónde llega el infinito?
No lo sé y seguramente nunca lo sabremos. Lo que sí que sé es que te quiero.

Miedo


Tengo tanto miedo a la soledad. A echar en falta el cariño de los míos. A que nadie me necesite. A que no me des los buenos días ni me des ese beso en la frente que tanto me gusta.
Creo que es algo que nos pasa a todos.
A veces nos gusta estar solos por un rato, para pensar y despejar dudas; pero ¿y si fuera para siempre? Sin nadie a quien felicitar en el día de su cumpleaños. Ni siquiera darle un regalo por Navidad. Ni llamarle cuando estás triste.
Me da pánico. Y al pensarlo, por mi cuerpo recorre un escalofrío. Igual de helado como cuando estés por la calle en invierno y no tengas a nadie que te caliente esas manos tan frías. 
Ya no tendrás a nadie con quien compartir esa manta que tantas discusiones tontas ha dado. “Pero si tú la tienes toda, mira qué poco trozo me has dejado”-decía. 
Y es ahí cuando te sentirás solo.
Por eso tienes que saber apreciar el calor de los tuyos.

Un simple abrazo, un beso e incluso una mirada, te recuerdan que no estás solo. Que están ahí. 
Y tú formas parte de su corazón.
Elena Alonso.

lunes, 8 de diciembre de 2014

No me arrepiento

Lo hice mal. Lo sé.
Quizás no debería haber entrado nunca a aquella habitación. Oscura, húmeda y fría.
Pero allí estabas tú, en aquella esquina, agachado, como pocas veces te había visto.
La persona con quien había compartido todo y ahora; sin embargo, te veía como un extraño.
En cuanto te miré, todos mis sentimientos salieron a flote.
-¿Qué me pasa?, me pregunté-.
No sé qué fue lo que me impulsó a abrazarte, pero me abalancé sobre ti como si nunca antes lo hubiera hecho.
Tras el intenso y cálido abrazo, tus ojos color café, en los que tantas veces había visto reflejada mi sonrisa, se toparon con los míos. Sí, fue algo mutuo. Lo sé. Los dos nos necesitábamos.
Quizás el destino ha jugado un papel muy importante en toda esta historia. 
Lo hice mal. Lo sé. Pero no me arrepiento de nada de lo que hice ese día.
Entré a aquella habitación empujada por el destino y mírame.
Volviendo a compartir sonrisas, abrazos y besos contigo.
Con la persona que siempre va a formar parte de mi vida. Dejé el orgullo atrás tras girar el pomo de aquella puerta. Y, ¿sabes qué? Que no me arrepiento.

Elena Alonso